EXCLUSIÓN, DESIGUALDAD, POBREZA Y MISERIA Y OTROS DEMONIOS: MALES QUE AQUEJAN A COLOMBIA.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Colombia está agobiada por los problemas habidos y por haber; y lo peor es que no se sabe cuál de ellos es el origen de todos. Hemos aprendido a vivir en medio del dolor, de la esperanza, y la tragedia. Aquí se vive y se muere con la misma intensidad, y a veces parece lo mismo, estar vivo o muerto.

Y es que en pleno siglo XXI, siglo del desarrollo y grandes avances, en nuestra nación, los beneficios sólo llegan a los centros de poder. Mientras la periferia muere de hambre, muere de ignorancia. Esos sectores que son los que eligen a los gobernantes (nótese lo paradójico y absurdo), desde siempre han sido los más maltratados por la exclusión, que muchas veces, se patrocina desde el mismo Estado.

Es así, que vemos con pesar y vergüenza como la nación carga con títulos tan deshonrosos como ocupar los primeros puestos en desplazamiento forzado (de 2.390.000 a 4.000.000 según cifras de ACNUR), tener tres ejércitos que compiten con el constitucionalmente establecido, 2.800 secuestrados que se pudren en las selvas, niños que mueren de hambre en un país lleno de riqueza. También, no se puede olvidar el altísimo número de analfabetas cerca de un 9%, cifra que se agrava, si le sumamos aquellos que apenas llegan a un quinto de primaria y peor es, si abrimos el concepto de analfabetismo a otros campos: el tecnológico e informático o simplemente a la lectura y comprensión de los nuevos mensajes que se producen en la sociedad. Este panorama hace difícil no sentir tristeza en uno de los países más “felices del mundo” (vuélvase a notar lo contradictorio).

Pero quizá, el mal de todos los males, es la pobreza y la miseria en que está sumida la Colombia del almuerzo corriente y del colombiano que sobrevive con el injusto pero legal salario mínimo. El problema de pobreza en el País del Sagrado Corazón de Jesús no se trata sólo de ingresos (aunque es claro que son importantes) sino también de oportunidades. Y no es que no haya riqueza (recursos), sólo que está concentrada en pocas manos mientras el resto lucha para no morir de hambre ¿Y dónde queda la equidad y la justicia? ¿Dónde quedan los tan proclamados principios de una vida digna? No existe tal, cuando sólo se puede comer arroz y tomar agua de panela (y eso en algunos sectores olvidados de este país es ya decir mucho), si no es que se muere de inanición.

Según La CEPAL en su informe de 2002 entrega cifras que duelen y lastiman nuestra sensibilidad patria: la magnitud de la pobreza e indigencia entre niños y adolescentes colombianos es de un 45% de pobres y 17% de indigentes (estamos empeñando el presente y el futuro). Si sumamos, es evidente que un 62% de los pequeños Colombianos no tienen acceso a ninguna esperanza de vida plena y se debaten entre la desnutrición, la insalubridad y la ignorancia. Esto nos debe llevar a unir las cifras de desplazamiento con las de los niveles de analfabetismo y todo concuerda. Es lamentable que estemos hablando de un mundo de la información, cuando cerca de 4 millones de colombianos se hunden en el fango de la ignorancia.

Lo antes dicho fue confirmado este año por el propio Gobierno que entregó las cifras de pobreza (46%) e indigencia (17,8%) correspondientes a 2008(no tenemos cifras de 2006 y 2007, ni las tendremos). Según esos porcentajes: 20,5 millones de colombianos son pobres y 7,9 millones, indigentes.
En cifras del DNP, tenemos en Colombia que el 50% más pobre sólo tiene participación en el ingreso de un 14,2%, la clase media participa con un 24% y el resto se lo lleva el 20% de la población más rica, es decir, un 61,8% del ingreso. Con niveles de pobreza de un 68,2% en las zonas rurales.

Es claro también, que la pobreza constituye en sí misma y en lo que ella genera una constante violación de los derechos humanos y de acceso a derechos que nuestra constitución consagra como fundamentales. Se ve amenazado el derecho a la vida de miles de niños, a la educación de otros cientos de miles, y ni que decir, del derecho a una vivienda y no a una casa de cartón.

Como dirá Eduardo Galeano en su libro “Las venas abiertas de América latina” los dirigentes y las clases dominantes “Incorporadas desde siempre a la constelación del poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el menor interés en averiguar si el patriotismo podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única forma posible de la política internacional. Se hipoteca la soberanía porque «no hay otro camino»; las coartadas de la oligarquía confunden interesadamente la impotencia de una clase social con el presunto vacío de destino de cada nación.” Y en esa hipoteca pierden los más pobres, los hijos de esta tierra que huele y sabe a sangre y que aun hoy clama por justicia.

Sólo rompiendo con ese vicio de la corrupción y la concentración de la riqueza en una pocas manos, mientras la gran mayoría se pelea por lo poco que queda, podrá cambiar el panorama de cara al futuro que se estanca cuando vemos a nuestros jóvenes y niños muriendo de hambre y siendo explotados en el trabajo al cual son abocados, prostituyendo su presente y matando la esperanza en un mañana que nunca será.

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